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Vestido de maja

Ubicación: Sala 4. Afrancesados y Burgueses (1789-1833)
Cronología: 1801

El conjunto, compuesto por un jubón y una basquiña, es un ejemplo de la indumentaria maja que se impone en España a comienzos del siglo XIX. Este modelo se ha datado en torno al año 1801 gracias a una ilustración de un vestido muy similar localizado en el libro Colección General de los trajes que en la actualidad se usan en España principada en el año 1801 en Madrid, de Antonio Rodríguez. Esta colección general es una de las muchas obras que surgen en la segunda mitad del siglo XVIII dedicadas al estudio de la indumentaria y que permiten analizar la evolución de la moda desde una perspectiva histórica. No obstante, una de las mayores fuentes históricas para acercarse a la indumentaria maja sigue siendo la obra pictórica de Francisco de Goya. Sus obras recrean la sociedad española de finales del siglo XVIII y principios del XIX con gran detallismo, incluyendo la riqueza y variedad de la indumentaria de los distintos grupos sociales.
El quitasol (1777), F. de Goya. |
Duquesa de Alba (1795), F. de Goya. |
La indumentaria española de finales del siglo XVIII muestra la trasformación estilística derivada de la Revolución Francesa, cuya principal característica es la liberación del cuerpo mediante la eliminación de los corsés y las estructuras rígidas para ahuecar las faldas. De este modo, la moda francesa impone el llamado vestido de corte imperio que sitúa el talle bajo el pecho y facilita la movilidad del cuerpo femenino. Este tipo de vestido se convierte en el elemento central de la indumentaria maja incorporando, en muchas ocasiones, una cinta roja a la cintura como elemento diferenciador del majismo.
El majismo surge en los madrileños barrios populares de Maravillas, Lavapiés y el Rastro, espacios con una idiosincrasia propia que se diferencian de otros barrios en cuanto a indumentaria y costumbres se refiere. Los majos y las majas representaban el polo opuesto a los petimetres y currutacos, integrantes de la pequeña nobleza que reproducían las costumbres e indumentarias de la aristocracia con el uso de pelucas empolvadas, sombreros de tres picos, lazos y encajes. El carácter popular del majismo se proyecta fundamentalmente en las actividades lúdicas (bailes y toreo) y en la clase de los oficios que desarrollaban, la mayoría de los cuales estaban vinculados a los círculos gremiales y al comercio. En el caso de las mujeres, sus trabajos abarcaban desde la costura hasta la regencia de tabernas, como señala Julio Caro Baroja: “pueden ser buñoleras por la mañana, naranjeras por la tarde, costureras de noche, vendedoras de callos, taberneras, cinteras, castañeras”.
La figura popular de la maja como una mujer popular y descarada es una imagen llena de romanticismo y cierto componente nacionalista, en un intento de reafirmar la identidad nacional frente a las influencias europeas y especialmente francesas. Los anteriores intentos de diseñar un traje nacional habían fracasado, sin embargo, la indumentaria maja se consolidó en Madrid y en otras ciudades, posiblemente como una muestra de exaltación nacional en respuesta a la invasión napoleónica. Su éxito llegó a ser tal que la aristocracia adoptó este tipo de indumentaria debido, no sólo a su simbolismo frente a la injerencia napoleónica, sino también a la revalorización de las costumbres y modas plebeyas que impulsó la Revolución Francesa y que originó lo que Ortega y Gasset denominó “plebeyismo”. Los retratos de la Duquesa de Alba, María Luisa de Parma y la Condesa de Chinchón son un ejemplo del gusto de la aristocracia por el majismo.
El vestido de maja se compone básicamente de un jubón y una basquiña. El jubón es una vestidura abotonada de raso que cubría la parte superior del cuerpo desde los hombros hasta la cintura, ceñida y ajustada al talle pero sin el uso de ballenas. La basquiña es una saya, generalmente negra, que se superpone a otra falda (llamada brial si estaba hecha de seda o guardapiés si era de algodón) y que se extiende hasta los tobillos pudiendo ir adornada con encajes, galones o volantes. La basquiña podía dejar entrever las medias blancas y los zapatos de tacón o bailarinas. La indumentaria maja se puede complementar con un chal sobre los hombros, el pelo recogido en una redecilla o en una cofia y el uso de un velo o una mantilla, prenda de fuerte identidad española, que dejar entrever el rostro. Un elemento muy característico de la indumentaria maja es el uso, en basquiñas y cofias, de madroños o redecillas de algodón con ornamentos esféricos que imitan la fruta del madroño, árbol emblemático de Madrid.
El diseño de la indumentaria maja se dirige fundamentalmente a resaltar el movimiento del cuerpo femenino mediante la eliminación de la artificiosidad de estilos anteriores y la incorporación de accesorios, mantillas y chales que reivindican la valía de las prendas nacionales frente a las modas europeas. Algunos de estos elementos, como la mantilla o las decoraciones a base de madroños perviven aún como elementos de la indumentaria popular.
Las mujeres constituyen el núcleo del majismo. Su simbolismo, basado en la exaltación del “plebeyismo” y de los valores nacionales frente a la invasión napoléonica, convierte el cuerpo femenino en un espacio físico y simbólico sobre el que diseñar un elemento de unidad nacional. Las majas encarnan, con su indumentaria y su carácter popular, un símbolo de resistencia que caló en las mujeres de todas las clases sociales.