Vestido de Andrés Sardá

Ubicación: Sala Tiempos actuales

Cronología: 2002

La proyección de los diseñadores/as a lo largo del siglo XX convierte la moda en un fenómeno fetichista en el que, en ocasiones, el reclamo publicitario de la industria textil no es tanto la calidad u originalidad de la prenda como el nombre de propio diseñador/a. La moda de vanguardia, pese a las profundas transformaciones que modernizan las técnicas de producción, distribución, diseño y publicidad, mantiene intacta su significación como un símbolo de estatus. De la misma manera que la  incrustación de piedras preciosas o el uso de tejidos suntuosos por parte de la alta burguesía y de la aristocracia era un símbolo externo de posición social, en el siglo XX el nombre del diseñador/a se convierte en un elemento de diferenciación social. La indumentaria contemporánea, en un contexto de globalización y consolidación de regímenes democráticos, sigue siendo un factor de individualidad que posiciona a los individuos frente al conjunto social.

Andrés Sardá es uno de los diseñadores que recoge el legado de los primeros diseñadores españoles que convirtieron sus nombres en un icono de la moda -Cristóbal Balenciaga y Mariano Fortuny entre otros-. El diseñador barcelonés fundó su firma de prendas de baño y lencería en 1962, aunque su familia estaba vinculada a la moda desde el siglo XIX. Sardá siempre ha apostado por la innovación en el diseño y en los tejidos siendo el primero en utilizar las fibras elásticas. Estas inquietudes le llevaron a crear la marca Risk con la idea de crear prendas íntimas que, además de funcionales, resultaran atractivas para las mujeres. A partir el año 1980, y debido al éxito de sus colecciones, presenta diseños bajo tres marcas comerciales: Risk, Andrés Sardá y University con las que logra internacionalizar su proyecto y penetrar en los mercados americano y asiático.

La pieza seleccionada es un vestido de pedrería realizado con cuentas facetadas de tres tamaños diferentes ensartadas en alambre de metal plateado. Es largo y ceñido y tiene un profundo escote poligonal en delantero y espalda. Es un modelo muy sensual que resalta el cuerpo.

Las tres marcas bajo las que Andrés Sardá comercializa sus diseños se centran en la creación de prendas de ropa interior femenina. La lencería se ha convertido en uno de los grandes negocios de la industria textil debido a que la ropa interior se ha convertido en un símbolo de sensualidad, belleza y sexualidad que ha llegado a eclipsar a las indumentarias externas. Sin embargo, el éxito de la lencería femenina y su omnipresencia en el sector de la publicidad ha originado consecuencias muy negativas en la visión que las mujeres tienen de sus propios cuerpos.

La liberalización del cuerpo femenino en el siglo XX gracias al abandono de prendas que lo constreñían puede en realidad no ser más que un espejismo. Los modelos estéticos y cánones de belleza impuestos en las últimas décadas del siglo XX siguen modelando la silueta tal vez incluso con mayor violencia que en momentos anteriores. La mayoría de las prendas de lencería ya no oprimen de manera directa el cuerpo de las mujeres como sucedía con los corsés, cotillas, polisones y miriñaques. Pero el uso abusivo de la lencería en la publicidad, con la visión constante de modelos en ropa interior, ha convertido el cuerpo de las mujeres en un objeto de exhibición que fomenta una violencia estructural que manipula la percepción que las mujeres tienen de sí mismas y de sus propios cuerpos.

La imposición de un canon de belleza centrado en la delgadez extrema y la juventud como únicos valores sociales en alza constituye un instrumento más de control sobre el cuerpo y las mentes de las mujeres en un  contexto histórico marcado por la entrada masiva de las mujeres en el mercado de trabajo y el espacio público. Esta situación crea una paradoja en la que las mujeres están consiguiendo cotas de poder social e individual al tiempo que desarrollan sentimientos de vulnerabilidad sobre sus cuerpos. Prueba de ello es el crecimiento de trastornos alimentarios y psicológicos en algunos sectores de la población con especial incidencia en las jóvenes adolescentes.

La liberación del cuerpo y el desarrollo del movimiento feminista han cuestionado la situación de inferioridad histórica que padecían –y siguen padeciendo -las mujeres. Sin embargo, no se han logrado romper los instrumentos de control indirecto que se ejercen sobre las mujeres mediante la imposición de modelos de feminidad irreales y autolesivos.  La desaparición de los corsés debe ir seguida de una eliminación de las estructuras de poder que moldean el imaginario colectivo para imponer modelos de feminidad irreales e inalcanzables.

Vestido de pedrería realizado con cuentas facetadas de tres tamaños diferentes ensartadas en alambre de metal plateado. Es largo y ceñido, con tirante al cuello, y profundo escote poligonal en delantero y espalda. Cierra en el centro de la espalda con doce cadenitas con eslabón y mosquetón.

diseño y desarrollo Artefinal Studio