María Tomasa de Palafox y Portocarrero, marquesa de Villafranca, pintando a su marido

Autor: 
Francisco de Goya y Lucientes

Ubicación: Sala 36

Cronología: 1804
Técnica: Óleo
Soporte: Lienzo
Medidas: 195 cm x 126 cm
Escuela: Española
Tema: Retrato
Expuesto: Si
Procedencia: Legado Alonso Álvarez de Toledo y Caro, conde de Niebla, 1926

 Sala 36

María Tomasa de Palafox, marquesa de Villafranca por matrimonio, recibió una esmerada educación dirigida personalmente por su madre, Mª Francisca de Sales Portocarrero, condesa de Montijo, una de las mujeres más cultas e influyentes de la aristocracia del momento. 

La condesa, además de mantener una de las tertulias intelectuales más importantes de Madrid, fue secretaria durante 18 años de la Junta de Damas de Honor y Mérito, institución fundada en 1775 en el marco de la Real Sociedad Económica Matritense, que se implicó muy activamente en programas de reforma social, entre ellas la educación de las mujeres y la mejora de las condiciones en cárceles femeninas e inclusas.

María Tomasa continuó el trabajo de su madre y participó también en las actividades de la Sociedad Matritense, mostrando gran interés por las nuevas ideas pedagógicas y el desarrollo científico. Asimismo, participó activamente en las primeras formas de asociaciones femeninas en España, de tinte conservador y compuestas por señoras de la aristocracia pero que defendían también ideas ilustradas. Así, por ejemplo, reivindicaban los derechos de las mujeres al margen del discurso de la excelencia, que aceptaba como válida la igualdad sólo para aquellas mujeres que eran consideradas extraordinarias por sus cualidades.
En esta pintura vemos a la marquesa pintando el retrato de su marido, en una postura un poco teatral y afectada, pero que respondía a una realidad del momento: algunas mujeres de la aristocracia llevaban a cabo actividades artísticas. Ese fue también el caso, por ejemplo, de María Waldstein, marquesa de Santa Cruz, retratada por Goya en un magnífico lienzo conservado en el Museo del Prado quien,  como Tomasa Palafox fue miembro de la Academia de Bellas Artes, gran copista y miniaturista.

Las Academias de carácter artístico, científico o literario no excluían, en principio, a las mujeres, pero en la práctica pocas pudieron incorporarse a ellas. La Academia de San Fernando fue una de las primeras en permitir la incorporación femenina y en 1766 contaba con diez pintoras y una presidente honoraria, la condesa de Fuentes. Pero frecuentemente se ponía límites a su formación pictórica y no se les permitía asistir a las clases de dibujo al natural de desnudos ni salirse de los temas marcados como “femeninos”: la pintura de flores o paisajes.  A pesar de  ello, algunas de esas mujeres artistas fueron reconocidas como “Académicas de mérito”.

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