La Industria

Autor: 
Francisco de Goya y Lucientes

Ubicación: Sala 36

Cronología: 1801 - 1805
Técnica: Temple
Soporte: Lienzo
Diametro: 227 cm
Escuela: Española
Tema: Alegoría
Procedencia: Ministerio de Marina, 1932

 Sala 36

Siguiendo una tradición clásica, Goya representa por medio de figuras femeninas las alegorías de la Agricultura y la Industria, que fueron encargadas por Manuel Godoy como reflejo del progreso del país.

En el siglo XVIII, el proyecto ilustrado de la Monarquía de los Borbones abrió las puertas de los gremios a las mujeres eliminando las restricciones que hasta ese momento las habían excluido, pero no incorporó nuevas formas de producción. Por eso, esas dos jóvenes hilan en una fábrica de tapices con medios técnicos similares a los que aparecen en Las hilanderas de Velázquez, obra que había sido pintada 150 años antes.

Paralelamente a esta apertura, se impulsaron las primeras escuelas públicas para las niñas de clases bajas, dando un papel esencial a la formación en labores “propias de su sexo”, es decir, a las relacionadas con la producción textil. Del mismo modo, las mujeres de algunas Casas de Recogidas y Casas de Misericordia tuvieron la oportunidad de ganar su sustento trabajando en talleres textiles. Quizá por eso, esta imagen se ha relacionado a veces con el mundo de la prostitución. Pero también con las Parcas, que cortan el hilo de la vida.

Los talleres textiles fueron espacios de sociabilidad y apoyo mutuo para las mujeres, que trabajan en jornadas laborales de 12 ó 14 horas en condiciones higiénico-sanitarias menos saludables que las que sugiere esta obra. Ni la edad ni la salud suponían límites claros para implicarse en la tarea de hilar lino, algodón, seda o lana, labor que se desarrollaba en fábricas en el medio rural y, muy especialmente, en el ámbito doméstico.

Algunas mujeres llegaron a tener la condición de maestras en oficios ligados a la industria textil, como cordoneras o tejedoras, pero puede considerarse una excepción. Las leyes ponían límites al trabajo autónomo de las mujeres solteras o viudas que no estuvieran bajo la protección de un varón, y a las casadas hasta cierta edad. Y lo mismo ocurría en otras actividades económicas, por lo que podríamos afirmar que el tabú de los peligros de la independencia femenina se alargó hasta épocas relativamente recientes.

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