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Las meninas o La familia de Felipe IV
Ubicación: Sala 12. [P1174]
Cronología: Hacia 1656
Técnica: Óleo
Soporte: Lienzo
Medidas: 318 cm x 276 cm
Escuela: Española
Tema: Retrato
Procedencia: Colección Real (Real Alcázar, Madrid, Cuarto bajo-pieza del despacho de verano, 1700, [nº 286]; Palacio Real Nuevo, Madrid, paso de tribuna y trascuartos, 1772, nº 4).

Frente a la tradición de retratos personales en la corte de los Austrias, Velázquez nos sitúa ante un retrato de la familia de Felipe IV en una escena de vida cotidiana. Pintado hacia 1656, la infanta Margarita es, con cinco años, la única opción para la sucesión.
El cuadro nos permite introducirnos en las relaciones de las mujeres con el poder a través de sus protagonistas.
La infanta Margarita nos recuerda que las mujeres tuvieron derecho a reinar, en ausencia de varón, en la España de los Austrias, como había ocurrido históricamente en los reinos de Castilla y Navarra. La llegada de la dinastía Borbón les arrebató ese derecho, en 1713, con la promulgación de la Ley Sálica.
El nacimiento de infantes varones puso a la infanta en el juego internacional, siendo prometida a su tío, el emperador Leopoldo I, en un momento en que se hacía necesario hacer muy visible el acercamiento de las dos ramas Habsburgo. Felipe IV, y a su muerte la reina Mariana de Austria, ya regente, parecen haber retrasado el matrimonio ante la inseguridad de la supervivencia de su hijo don Carlos. Margarita, pues, quizá se sintió muy cerca del trono español. En 1666, ante la insistencia imperial, tuvo lugar el matrimonio que la convirtió en emperatriz consorte a los 15 años. Su posición en la esfera del poder se legitima dando herederos que garanticen la continuidad dinástica. Murió a los 22 años tras su cuarto parto.
Su madre, la reina Mariana de Austria, acompaña a su esposo, como queda reflejado en el espejo, que invierte la posición de los reyes. Por decisión de Felipe IV, Mariana será regente durante la minoría de edad de Carlos II, concentrando en sus manos un poder que despertó fuertes resistencias y críticas. Muchas de ellas se apoyaron en su condición femenina, asociada a incapacidad de gobierno y debilidad moral.
Mariana supo utilizar la imagen y el protocolo como armas políticas. Sus retratos en traje de viuda despachando documentos, asociada a los emblemas dinásticos, o con su hijo, apoyaron su legitimación por la triple vía de respeto, linaje y servicio. La revisión histórica de su figura no puede eludir los contextos discursivos en que ha sido analizada hasta nuestros días.
Las damas que acompañan a la infanta nos ponen en contacto con la corte como espacio de poder e influencia, en este caso por la cercanía a las mujeres de la Casa Real. Una cercanía que supone influencia y prestigio también para sus familias, y que a ellas puede garantizarles una posición social acorde a su estatus familiar, a través del matrimonio, gracias al apoyo de la reina. Ese apoyo se manifestará también en las dotaciones a amas y a quienes tuvieron como misión acompañar y amenizar la vida cortesana. La Corte, por tanto, tejió relaciones complejas y diversas de convivencia femenina.