La familia de Carlos IV

Autor: 
Francisco de Goya y Lucientes

Ubicación: Sala 32. [P0726]

Cronología: 1800
Técnica: Óleo
Soporte: Lienzo
Medidas: 280 cm x 336 cm
Escuela: Española
Tema: Retrato
Procedencia: Colección Real

El retrato de la familia de Carlos IV que nos ofrece Goya ha perdido la majestuosidad y fasto que reflejara Van Loo en el retrato de la familia de Felipe V, aunque tiene en común la importancia de la reina, en este caso Mª Luisa de Parma, como centro y figura más significada en la escena. Su imagen está muy deteriorada, lo que se ha querido relacionar, además de con la edad, con los 24 embarazos -14 hijos vivos y 10 abortos- que tuvo en treinta años y que parecen haberle dejado importantes secuelas. Su función maternal estaba cumplida holgadamente. En el retrato están presentes los 7 hijos que sobrevivieron. La reina, vestida a la moda francesa que sigue siendo dominante en la corte, lleva la banda de la Orden de Damas Nobles que ella misma fundó en 1794.

Su posición central también debió tener un carácter simbólico, ya que, dado el carácter del rey y su desinterés por los asuntos de gobierno, Mª Luisa tuvo una importante influencia en la dirección de los asuntos de Estado. Desde el principio participo con su esposo en las reuniones con ministros e influyó en la elección como primer ministro de Manuel Godoy, al que tanto el rey como la reina mantuvieron una fidelidad absoluta. La mediación de ambos le salvaría de la muerte tras el Motín de Aranjuez en 1807, y compartió con ellos el exilio hasta la muerte de la reina, quien se ocupó de la educación de Carlota Godoy, hija del valido y la Condesa de Chinchón.

La fidelidad e incondicional apoyo a Godoy, al que se enriqueció y ennobleció poderosamente ante el escándalo de la corte y la población, fue utilizada para desprestigiar la figura de la reina y, con ella, la monarquía de Carlos IV, a quien nunca interesaron realmente los asuntos de Estado y dejó hacer a Godoy.
El apoyo a Godoy también enemistó a los reyes con su hijo Fernando, celoso del poder del valido y deseoso de tomar el poder a cualquier costa, que se implicó activamente, con quienes le apoyaban políticamente, en una campaña de desprestigio de su propia madre, apoyada en su supuesto adulterio. La Francia de la Convención contribuiría a difundir esta imagen adúltera de la reina cuando en 1793 Godoy apoya la guerra contra la Convención, estableciendo un paralelismo con la difunta reina María Antonieta, esposa de Luis XVI.

Los conflictos madre-hijo dieron paso al concepto de “madre desnaturalizada” que apoyará la historiografía del XIX defendiendo un determinado modelo de maternidad y feminidad. La historiografía y literatura de sus años como princesa de Asturias fueron de permanente loa por su maternidad. Pero las críticas irán asociadas a su participación en un espacio, el del poder, en el que no deben inmiscuirse las reinas, modelo de referencia para las mujeres. La historiografía liberal burguesa mantuvo la imagen negativa de la reina: no podía aceptar un referente que rompía el modelo de mujer ángel del hogar alejada de cualquier participación en el espacio público.

La crítica de sus actos no puede eludirse, pero parece oportuno llamar la atención sobre la necesidad de aplicar criterios menos asimétricos a hombres y mujeres a la hora de valorar su forma de estar en el mundo, independientemente del lugar que se ocupe.

El siglo XVIII fue un tiempo de cambios muy significativos. Las mujeres, sobre todo de las elites, aspiraron a funciones sociales nuevas. Pero el discurso ilustrado, que asumirá el liberalismo y convertirá en ley, las verá, esencialmente, como madres y esposas; para todos los grupos sociales.

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