Las mujeres en el Museo González Martí

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De presencias y ausencias: ¿Dónde la memoria de las mujeres?. Personajes Ilustres

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Esta sala recibe en la actualidad su nombre de los retratos de cinco personajes ilustres pintados por José Brel (1841-1894), autor también de otras pinturas de este palacio como las bóvedas del Oratorio y la Antecámara –antesala del dormitorio- donde representa a Selene,  diosa de la Luna.
En la elección que hace este pintor de los temas tratados vemos, una vez más, la especialización de los espacios de la casa, según se consideren públicos o privados. Para esta habitación que es en realidad un recibidor, el pintor elige el tema de los hombres ilustres de Valencia, mientras que las estancias más privadas son adornadas con figuras femeninas que remiten en todo caso a valores simbólicos.

En esta sala se encuentran los retratos de Ausiàs March (1397-1459) el primer gran poeta en lengua catalana; Lluís Vives (1492-1540), filósofo, educador y humanista; el dramaturgo Guillem de Castro (1569-1631) e Ignacio de Vergara (1715-1776) el autor de la gran portada tardobarroca de este palacio.
“Hombres ilustres” remite a una humanidad masculina donde no existen las mujeres. Es  significativa esta ausencia y alguien podría preguntarse: ¿dónde están las mujeres? Porque en la historia de Valencia existieron mujeres ilustres que es de justicia no dejar en el olvido.

Las mujeres no tuvieron las mismas opciones formativas que los hombres, lo que limitó también sus posibilidades de intervenir en la creación cultural. Sin embargo, cada día, el trabajo de investigadoras y estudiosas va permitiendo rescatar del olvido a muchas otras que en su tiempo destacaron, pese a todo, por su gran formación y sus tareas de creación y mecenazgo. Mencia de Mendoza (1508-1554), por ejemplo, es una de ellas. Nacida en una de las familias nobles españolas con gran afición tanto a la política como a la cultura. Era bisnieta del Marqués de Santillana, y hasta ella llegó parte de su biblioteca que continuó atesorando y acrecentando. Ella misma y muchas mujeres de su familia demostraron también un gran tesón e interés tanto por la política –como la princesa de Éboli- como por el estudio y el mecenazgo. Mencia de Mendoza tuvo además un gran sentido práctico y activo,  siguiendo las enseñanzas de su maestro LLuís Vives, estableció por ejemplo sistemas de ayuda y apoyo a personas necesitadas,  en particular proporcionó becas a estudiantes pobres y fundó centros para huérfanos.

Mencia de Mendoza podía ocupar uno de estos medallones con tanta dignidad como cualquiera de estos hombres. Fue el prototipo de la mujer renacentista culta: gran lectora, tanto de los clásicos como de los renacentistas italianos, de las novelas de caballería, o de los libros que hablaban en la época de los temas de las mujeres. Formada en las letras pero también en las artes como la música –tocaba varios instrumentos- o la danza, estaba preparada también para defenderse en el terreno económico y social, manejando con gran inteligencia un gran patrimonio que le permitió mantener en Valencia una de las grandes centros culturales de la península ibérica en el Siglo XVI.

Otra mujer que podría estar también pintada aquí es Isabel de Villena (1430-1490), criada en la corte de la reina María de Aragón desde muy niña, que llegó a ser abadesa del convento de la Trinidad y es considerada una de las grandes escritoras del llamado Siglo de Oro valenciano, contemporánea de Joanot Martorell o Ausiàs March. Escribió una vida de Cristo -Vita Christi- , que en realidad es una disculpa para hablar de la Virgen y las mujeres que rodearon a Jesús, así como de la vida y condición de las mujeres en un contexto de autores misóginos. Isabel de Villena convirtió el locutorio del convento de la Trinidad en un lugar de encuentro de teólogos, escritores y eruditos de Valencia. Y, sobre todo, fue el ejemplo de algunas mujeres pertenecientes a las clases altas, cuyos padres decidían desde niñas que serían dedicadas a la Iglesia, ya que al fin y al cabo las dotes dedicadas a la Iglesia eran casi siempre menores que las necesarias para constituir un matrimonio provechoso. Pese a esto, para algunas mujeres como Isabel de Villena, los conventos fueron a veces lugares donde pudieron desarrollar tareas intelectuales y creativas negadas a la mayoría de las mujeres. El tondo italiano que encontrará en la 2ª planta procede del Convento de la Trinidad y ha sido relacionado por González Martí con Isabel de Villena, quien lo hubiera recibido como obsequio por parte de su prima Juana de Aragón. Sin embargo, esta versión ha sido cuestionada por no corresponder las fechas de realización del tondo y de fallecimiento de Isabel de Villena (1490).

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