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EL ESPACIO CIUDADANO
SALA 36 PLATAFORMA 1
Introducción
El sentido de la frase recogida por Diógenes Laercio (I, 31) “Doy gracias al destino por ser hombre y no animal, varón y no mujer, por ser griego y no bárbaro” que da entrada a esta exposición, nos da la clave de cómo los griegos se dieron una identidad propia, la “helenidad” basada en la alteridad cultural y lingüística, ya que pensaban que a los humanos los caracterizaba el estar dotados de logos (palabra y razón), confrontándose así con lo que consideraban extraño o poco deseable. En lo que “no es” el ciudadano griego, quedaban englobadas todas las categorías de los seres excluidos que por ende, también lo estaban de derechos cívicos: las mujeres, los esclavos y los extranjeros. Sin embargo, las mujeres tenían una consideración especial dentro de esas oposiciones, ya que el génos gunaikôn, “el género femenino”, era el elemento más cercano dentro de la alteridad y un referente fundamental para crear el contraste con el ideal de la andreía (el valor viril), que caracterizaba a los hombres griegos.
Estas ideas sientan las bases de nuestra civilización que, si bien es verdad que creó una gran cantidad de ideales positivos, como la necesidad de basar la convivencia política en la democracia o el interés por desarrollar un paradigma científico basado en la racionalidad y en las innovaciones culturales, no lo es menos que siguió legitimando estructuras que existían en el mundo antiguo como la esclavitud, la colonización de otros pueblos, la xenofobia y la exclusión de las mujeres de la participación política.
En el mundo griego, las mujeres cumplieron un papel muy similar al que ocupaban en la mayoría de los pueblos antiguos. Su principal aportación a la sociedad patriarcal era proporcionar hijos legítimos y cuidar y administrar el hogar. Su lugar era la casa, el oikos, y estaban excluidas tanto de la política como de la guerra y, en consecuencia, del uso de la palabra pública o de la gloria y del reconocimiento social otorgado a los guerreros vencedores. No era una ciudadana de pleno derecho, al no tener capacidad jurídica plena y deber siempre estar representada por un varón de su familia, aunque contaba con una alta consideración como madre de ciudadanos griegos.
Sin embargo, los griegos crearon también un sistema racionalista de pensamiento que les permitió criticarse a sí mismos. Así, el papel de sometimiento de las mujeres en la cultura patriarcal aparece cuestionado en sus propias producciones culturales, como por ejemplo en Platón, que construye una utopía sobre el Estado ideal en su libro La República, y reconoce a las mujeres el derecho a ser educadas en igualdad de condiciones con los hombres.
Pese a todo lo que tuvieron en contra, algunas mujeres griegas transgredieron la norma general de su destino: ser esposas y madres, y llegaron a ser científicas como Teano o Hipatia, filósofas como Diotima, intelectuales como Aspasia o poetas como Safo, poniendo en evidencia la capacidad de las mujeres griegas de decidir su futuro y contribuir a la cultura y civilización con sus aportaciones filosóficas, científicas, matemáticas o poéticas.
En este recorrido veremos cómo a pesar de que las mujeres fueron excluidas de la ciudadanía (es decir, del derecho a la participación política, o el derecho al control de los bienes materiales), fueron las responsables de toda una serie de actividades esenciales para su sociedad: la reproducción y el mantenimiento de la vida, la economía familiar, y la producción de bienes de consumo; tareas menos visibles y espectaculares pero no de menor importancia en el desarrollo de la comunidad.
En la exposición haremos una interpretación de las formas en las que las mujeres fueron representadas por los artistas señalando dos facetas distintas: la ausencia de las mujeres en determinados espacios de la polis y su presencia en los contextos cotidianos y en los religiosos, tan importantes ambos para entender la cultura griega.
SALA 36 PLATAFORMA 2
¿Por qué insiste tanto la cultura clásica en marcar la diferencia entre femenino y masculino? ¿Por qué los varones atenienses eran la cara pública del Estado y las mujeres estaban destinadas a vivir recluidas en el hogar?
Aunque la familia patriarcal no fue un invento griego, es evidente que esta cultura insistió en la creación de un modelo de dependencia de las mujeres, seguramente con el fin de crear una aristocracia que no se mezclase con otros pueblos, uniendo en el mismo imaginario a extranjeros y mujeres como elementos peligrosos y fuente de desorden a los que había que controlar. En Atenas, Pericles, en el año 451 a.C., estableció que, para ser ciudadano, ambos progenitores debían ser atenienses. El encierro de las mujeres parece estar en proporción directa con el miedo de los hombres a poner en peligro su autoctonía y la de sus descendientes.
LA EDUCACIÓN: VITRINA 10
Niños y niñas eran educados en la casa, compartiendo juegos y educación, hasta que alcanzaban los siete años de edad, momento en el cual se producía una división entre los géneros que marcaría la vida adulta de hombres y mujeres. Ellas permanecían en el oikos, aprendiendo sobre todo las tareas del cuidado del hogar y de la reproducción de la vida, mientras que ellos eran encomendados a un pedagogo (normalmente un esclavo) que los acompañaba a la casa del maestro, que era quien les proporcionaba los elementos más importantes para su formación, como el conocimiento de la música, la oratoria, la retórica y la aritmética, como observamos en el ánfora nº 1 de la vitrina donde se presenta un niño ante su maestro o en el lécito nº 3 donde un niño asiste a una lección de música.
Para los varones, una parte fundamental de la educación discurría también en la palestra haciendo ejercicios de lucha, carreras o lanzamiento de disco y jabalina. Esta formación duraría hasta los dieciocho años, momento en el que los jóvenes pasaban a recibir entrenamiento militar.
Los jóvenes atenienses practicaban deporte, desnudos y embadurnados de aceite, que luego quitaban del cuerpo raspándolo con la estrígíle como ilustra la cara exterior de la copa nº 9. La gran abundancia de imágenes de estas prácticas en el arte griego, se explica porque la exhibición de un cuerpo masculino bello y sano era una muestra de su identidad cultural, y la principal evidencia de un modelo de ciudadanía que predica su superioridad respecto a otros pueblos, a los esclavos y también respecto a las mujeres.
La cultura griega era muy visual, todo tenía que mostrarse y ponerse a la vista de los ciudadanos. El cuerpo humano (pero sólo el de los varones) era, junto con los monumentos cívicos y religiosos, el mayor elemento de exhibición de poder y ciudadanía. El cuerpo adolescente masculino, fue el elemento visual de poder en el que un griego conseguía reconocerse. Las mujeres en Atenas, sin embargo, iban siempre vestidas y no hacían ejercicio físico. Es una excepción lo que ocurría en Esparta, pueblo que vinculó la salud reproductiva de las mujeres a la práctica deportiva, y que llegó incluso a establecer competiciones físicas para las jóvenes. Algunos médicos griegos, explicaban que las mujeres debían cubrirse el cuerpo porque su sangre era fría, mientras los varones tenían la sangre caliente, y por eso debían mostrar ese calor corporal en actividades propias de la educación para la ciudadanía como era la gimnasia, pero también la oratoria. Ambas actividades conformaban los ideales de dignidad del varón griego que debía dedicar su vida a la política y a la guerra.
Las relaciones homoeróticas formaban parte de la formación de los jóvenes. Sobre todo en las clases superiores se esperaba que un joven (eromenos) entre los quince y los dieciocho años, estableciese una relación con un varón adulto en la treintena (erastés) que se convertiría así en tutor que le guiaría en los comienzos de la vida adulta, relación a la que alude la copa nº 10 con una representación del dios Eros en la palestra. En época clásica, durante la etapa de la formación militar, los jóvenes eran también educados para que estableciesen una estrecha camaradería con alguno de sus compañeros, confiando que esa amistad erótica les mantuviese unidos y protegidos incluso en los momentos más duros del combate. Estos vínculos se gestaban en la juventud, y podían continuar durante toda la vida adulta de los hombres. Este tipo de amor entre camaradas de guerra está encarnado en las figuras de Patroclo y Aquiles en la Ilíada.
El arte de la Grecia clásica, tal como vemos en esta vitrina, representa casi siempre un modelo educativo de los adolescentes donde prácticamente no intervienen las mujeres, obviando que todos los niños habían sido criados y educados en el entorno doméstico con las mujeres de la casa durante sus primeros siete años de vida. De sus cuidadoras aprendían el lenguaje, la tradición oral y las costumbres y leyes que se comunicaban a través de los cánticos y recitados. Pero el arte en general sólo nos presenta la educación cuando pasa a ser una cuestión pública.
Mientras tanto ¿cómo eran educadas las mujeres? Las niñas seguían por lo general recluidas en los gineceos con las otras mujeres, y con ellas podían también aprender a leer, a tocar algún instrumento y, sobre todo, a desarrollar las tareas exigidas a las mujeres en la vida adulta como tratar las hiladuras, tejer, cuidar de los niños o los ancianos, es decir, tareas ineludibles para la reproducción de la vida, así como a asumir el control de la economía doméstica. Como ya hemos señalado, en la Grecia clásica, las mujeres no eran reconocidas como ciudadanas plenas, su estatuto era el de una eterna menor de edad que dependía de su padre, de su marido o incluso de su hijo si enviudaba.
EL BANQUETE: VITRINA 11
Los pintores griegos tuvieron un gran interés en mostrarnos con gran detalle los espacios privados de ocio: los simposios, donde los hombres beben colectivamente una mezcla de vino y agua, repartido a partes iguales entre los convidados que aparecen siempre tumbados en relajada camaradería. Estos encuentros se realizaban en las casas, mientras las esposas e hijas permanecían recluidas en el gineceo. Las únicas mujeres representadas son las heteras, las bailarinas y las tañedoras de instrumentos, como observamos en la cratera nº 11. Las heteras eran mujeres dedicadas al placer erótico masculino que, a cambio, conseguían vivir de forma independiente. Tenían una cultura más refinada que la mayoría de las mujeres pues sabían leer y escribir o recitar. Seguramente su origen era pobre o esclavo, pero en algunos casos, a través de esta condición conseguían desclasarse y obtener reconocimiento social. Algunas adquirieron fama y prestigio, como Aspasia, compañera de Pericles o Friné, compañera de Praxíteles, que le sirvió de modelo para que el escultor realizara las primeras esculturas de mujeres desnudas en el arte griego representando a la diosa Afrodita.
La copa nº 18 representa un tema excepcional: las mujeres no como acompañantes de los hombres en el simposio, sino como protagonistas del acto mismo de compartir la bebida. En él vemos a dos mujeres. La de la izquierda toca el aulós, mientras la de la derecha le tiende una copa. Hay una inscripción que dice “bebe tú también”. Esta representación es una excepción iconográfica que no es fácil de interpretar, ya que no sabemos si responde a una práctica real o al deseo de los pintores de realizar una inversión de la realidad en sus obras, plasmando mujeres capaces de disfrutar de los placeres masculinos de manera imaginaria.
Las principales actividades de ocio masculino se completaban con la asistencia al ágora y a los teatros, espacios que durante un tiempo fueron también exclusivos de los varones.
EL TEATRO: VITRINA 12
Es un debate todavía abierto si las mujeres participaban o no como espectadoras en las representaciones teatrales. En todo caso, no puede asegurarse su participación hasta el siglo IV a.C. y no actuaban tampoco como actrices, ya que los papeles femeninos los interpretaban varones adolescentes. Sin embargo, el teatro clásico sí creó personajes femeninos fuertes y con una gran tradición en la literatura como Antígona, Electra y Lisístrata. Los autores griegos crearon una serie de mujeres muy fuertes que se oponían de manera activa o pasiva a los mandatos sociales de los hombres, y que han pasado a formar parte de la creación literaria occidental que ha llegado a nuestros días. Las pequeñas máscaras en terracota nos ofrecen una muestra de la diversidad de papeles interpretados por los actores.
LA POLÍTICA: VITRINA 14
Otro ámbito de exclusión femenina era la política, una actividad a la que los hombres griegos dedicaban gran parte de su tiempo. Las estructuras colectivas de gobierno en Atenas eran la Asamblea y el Consejo. En la Asamblea Popular participaban todos los ciudadanos, incluso los más pobres. Se calcula que podían llegar a reunirse unos cinco mil hombres, y en ella podía tratarse cualquier tema porque no había límite a la soberanía popular. Los arcontes eran elegidos por sorteo, aunque también los ciudadanos tenían que asumir responsabilidades de forma obligatoria si así lo decía la Asamblea. Los griegos fundaron su democracia sobre tres principios: la Isonomía o principio de igualdad ante la ley, el derecho a la participación y la Isegoría o derecho a la palabra pública. El ejercicio de la política estaba limitado no sólo a las mujeres, sino también a los esclavos y a los extranjeros.
LA RELIGIÓN: VITRINA 17
Si la mujer estaba excluida de la esfera política, esto no ocurría en el ámbito de la celebración religiosa ciudadana donde tuvo en ocasiones papeles protagonistas.
Los rituales religiosos consistían en procesiones, libaciones, ofrendas de frutos del campo o exvotos y sacrificios de animales a los dioses. Estas celebraciones tenían un carácter festivo y se acompañaban con música, representaciones teatrales y competiciones deportivas.
Si bien es cierto que las mujeres estaban fuera de los órganos políticos, es importante destacar que su presencia en los ritos religiosos suponía también una forma de reconocimiento del rango social. Por ejemplo, en las fiestas dedicadas a Deméter Legisladora, las Tesmoforias, que se celebraban durante tres días en el otoño, las participantes debían ser asté y gaméte: ciudadanas y esposas. Tenían gran valor simbólico porque se celebraban reproduciendo una asamblea de notables “magistradas” en la misma colina Pnyx donde se celebraban las asambleas de los hombres. También eran importantes las fiestas de las doncellas, las Arreforias en honor a Atenea.
En Grecia, las sacerdotisas tuvieron también un estatuto privilegiado, formando parte de fiestas masculinas como las Antesterias en las que eran ellas, de forma excepcional, quienes realizaban los sacrificios. Como los hombres, eran elegidas o les tocaba en suerte ser sacerdotisas. La sacerdotisa de Atenea Polias era la principal figura sacerdotal de Atenas y su cargo era vitalicio. En Eleusis, la sacerdotisa de Deméter y Core era la figura principal del santuario junto con el hierofante. La desigualdad en la vida civil, parece no existir en la representación religiosa, si bien es verdad que quienes elegían tanto a los sacerdotes como a las sacerdotisas, eran los hombres-ciudadanos.
La función del sacerdocio más propiamente femenina y prestigiosa era la de profetisa, por estar en contacto directo con la divinidad, que necesita de una intermediaria para establecer contacto con los seres humanos. Esa posición intermedia entre los dioses y los hombres, es la que facilita que sean las mujeres las señaladas como los seres más indicados para realizar esta función. Fue significativa la presencia de la Pitia en el Santuario de Delfos, uno de los centros religiosos más importantes de la antigüedad. La Pitia o Pitonisa debía ser virgen y no haber tenido nunca contacto con un extranjero. La vemos representada en este puteal o brocal de pozo donde el héroe Jasón acude para consultarle.
En definitiva, la exclusión de la vida política de las mujeres, no implicaba que estuviesen al margen de uno de los aspectos más importantes de la vida griega como era la religión.
LA GUERRA: VITRINA 20
Las mujeres estaban excluidas de la participación activa en las guerras, y por lo tanto de los honores que conllevaba participar en ellas, tanto en la vida terrenal como después de muertas.
Sin embargo, la representación de forma ritual en la despedida y el armamento del guerrero es otro de los temas que exige la presencia de las mujeres, para dar a entender que la guerra es un asunto de toda la ciudad y no sólo de hombres. Las mujeres ayudan a armarse a los hombres de casco, greba, espada o lanza como vemos en el ánfora nº 2. Aunque no son nunca las mujeres protagonistas de la guerra, su presencia es importante para escenificar el ritual asociado al héroe hoplita.